Una cuestión de tiempo (About time) es una comedia sobre el amor, la familia y los viajes en el tiempo dirigida por Richard Curtis (guionista de películas como Cuatro bodas y un funeral, o Notting Hill).
Se trata de la historia de un joven que puede retroceder en su vida para rectificar las cosas que pudo haber hecho mejor la primera vez.
El protagonista (en realidad, él y su padre) solo puede viajar hacia atrás, a momentos que recuerde de su propia vida; de manera que no puede viajar a lo largo de la Historia, ni tampoco hacia el futuro.
En Una cuestión de tiempo, la posibilidad de volver al pasado no tiene nada que ver con la física o la tecnología, es más bien una excusa para permitir al protagonista Tim (Domhnall Gleeson), volver al principio del día para poder disfrutarlo como no lo hizo en su primera versión.
Richard Curtis (que debutó como director con Love Actually) pone en manos del protagonista este recurso para hacernos reflexionar sobre la necesidad de aprovechar y apreciar el tiempo de que disponemos (ya que nosotros solo tenemos una oportunidad de vivir nuestra vida).
Como nos indica Tim casi al final de la película:
«Todos viajamos por el tiempo juntos, cada día de nuestra vida». Y lo que debemos hacer es dar lo máximo y disfrutar de este maravilloso viaje».
El personaje nos transmite lo importante que resulta comportarse en la vida dando lo máximo de nosotros mismos en cada instante. Hacer las cosas lo mejor que podamos y sepamos en cada momento.
No se trata de sentirse estresado, anticipándolo todo. Para dar los máximo simplemente debemos prestar especial atención a los detalles, poner todo nuestro interés y la mayor atención en lo que hacemos. Y lo mejor: para disfrutarlo de verdad, no deberíamos esperar una recompensa por hacerlo.
Los japoneses hacen las cosas por el simple placer de hacerlas. De hacerlas bien, además.
Poner todo nuestro empeño en lo que hacemos (independientemente de a quién se dirija nuestro esfuerzo) nos permitirá sentirnos orgullosos de nosotros mismos, de nuestro trabajo. Y esa es la mejor recompensa que podemos esperar, nuestra propia recompensa interior.
Porque hacer bien las cosas que hacemos nos proporciona serenidad y nos hace sentirnos en armonía con el entorno. Dejar nuestro escritorio, por ejemplo, recogido y limpio al terminar el día nos permite sentirnos mejor con nosotros mismos.
Como dijimos antes, nosotros no podemos corregir nuestros errores. La vida solo se puede vivir hacia adelante, pero podemos analizar su sentido si nos paramos y miramos detrás.
Por eso es tan importante ser conscientes de esas pequeñas cosas que hacemos, en cada instante. Y disfrutar haciéndolo, por el simple hecho de hacerlo bien, sin esperar nada a cambio. Eso evitará frustraciones innecesarias, decepciones inútiles.
Intentar encontrar fuera algo que está dentro de nosotros es absurdo.
Tampoco te plantees nunca la búsqueda de tu ikigai como un objetivo. Sigue haciendo lo que haces todos los días poniendo un poco más de atención y de interés en hacerlas bien, sin esperar nada a cambio; simplemente hazlo. Por tí. Y verás como tarde o temprano, tu ikigai se presentará en tu camino.
Sin duda, Una cuestión de tiempo es una de esas películas para ver un sábado por la tarde, en el sofá. Una comedia romántica aparentemente sin otra pretensión que hacerte pasar un buen rato. Pero también es una película que te recomiendo si quieres entender qué es y en qué reside el ikigai.
No se trata de una fórmula magistral al alcance de unos pocos, ni es algo lejano o imposible. Escríbeme un email: guillermodevicente@ikigaicoach.es sin compromiso. Te mostraré que encontrar tu ikigai es una cuestión de tiempo.