Los estereotipos, los prejuicios, los «moldes» y las categorizaciones resultan enormemente nocivos. Nos atenazan, nos condicionan, nos atemorizan. Y lo que es peor, nos impiden tomar decisiones y movernos.
Si nuestra autoestima se reduce normalmente las emociones se disparan y el estado de ánimo se siente afectado. Nuestra motivación disminuye y parece como que nos faltan las fuerzas. Nos sentimos incapaces y perdemos lo mejor que tenemos: a nosotros mismos.
A veces parecemos ese azucarillo compacto y duro que, al ponerlo en el café se diluye. En esencia, sigue ahí, aunque ya nunca volverá a ser ni sombra de lo que fue.
Para poder cambiar el rumbo de nuestras vidas y caminar a buen paso necesitamos sentirnos enteros, estar equilibrados, serenos; y sentirnos ligeros. Por eso es tan importante mirar hacia dentro de nosotros mismos.
Ese trabajo de introspección nos ayudará a conocernos mejor y nos permitirá plantearnos pequeños retos. A medida que vayamos superándolos nuestra autoestima irá creciendo y, quizá en menos de lo que esperamos, podamos plantearnos esa ese viaje que nos conducirá a encontrar nuestro particular y personal ikigai, el sentido de nuestra existencia.
A ver que te dice a tí este haiku de uno de los escritores japoneses que más me inspiran a mi, Taneda Santōka:
la mariposa revoloteando ha pasado por encima de lo más alto del tejado
¿Sabes cómo se dice mariposa en japonés? tefu – tefu. Suena evanescente y ligero ¿verdad? Es un haiku lleno de vitalidad que nos transmite el asombro y la admiración de quien se quedó con la boca abierta mientras seguía con su mirada el vuelo liviano y titubeante… …del insignificante insecto.
Que pasa si sustituyes la línea de texto anterior por ésta otra:
…de la mariposa ¿Te gusta más?
Fíjate como cambia el sentido de lo que decimos cuando «calificamos» de manera despectiva o inapropiada a algo o a alguien. Nosotros mismos, a veces nos hacemos daño cuando infravaloramos nuestro esfuerzo o no consideramos todo nuestro potencial.
Pues ahí tenemos a la mariposa de Santōka, demostrando que, a pesar de su fragilidad y de su pequeño tamaño, es capaz de desafiar al mundo para demostrarnos que sus atributos no le impide subir, subir y subir hasta sobrepasar el alero de la casa por su parte más empinada. Claro que le cuesta, pero su esfuerzo, su empeño y su persistencia la han llevado a superar lo más alto.
Cuando confiamos en nosotros mismos nos damos cuenta de nuestro potencial. Entonces, el trabajo y el tiempo que invertimos en alcanzar nuestras metas sí nos merecen la pena.
Por cierto, que me dices de su ikigaicoach, ese viento suave de primavera que con su aliento y su ánimo soplando a favor acompañó a nuestra pequeña heroína en su ascendente vuelo.
Por cierto, Taneda Santōka vivió buena parte de su vida angustiado, víctima del alcoholismo y la pobreza, simboliza el espíritu de los monjes errantes japoneses. Tildado de monje loco por sí mismo encontró su felicidad en la sobriedad de una vida sencilla y tranquila:
«El agua fluye, las nubes pasan, sin nunca pararse ni establecerse. Cuando sopla el viento, caen las hojas. Como nadan los peces o vuelan los pájaros, yo ando y ando, y sigo adelante…»
Takeda Santōka
Pues así son las cosas. Confío en que este precioso haiku te haya resultado inspirador. Si también tu deseas volar (o sencillamente andar), escríbeme un email: guillermodevicente@ikigaicoach.es sin compromiso. Estaré encantado de poder acompañarte a superar ese tejado que parece tan empinado.